En Chiloé las tecnologías sustentables se piensan en femenino

La investigadora de NUMIES, Jorgelina Sannazzaro, reunió la experiencia de ocho mujeres de la isla para comprender el acceso, uso y apropiación a tecnologías que impactan positivamente a la acción climática.  Su historia se condensó en una cartilla descargable y la creación de La Trenza: una Red de Mujeres y Tecnologías Sustentables.

Pese a una sistemática falta de representación en la toma de decisiones y en el acceso a la tecnología, las mujeres de Chiloé cumplen un importante rol en los procesos de transformación de sus territorios hacia prácticas sustentables. En una investigación realizada por el Núcleo Milenio de Investigación en Energía y Sociedad (NUMIES), la investigadora Jorgelina Sannazzaro registró la influencia femenina a la hora de administrar energías sustentables en actividades tanto domésticas, como productivas y comunitarias.

En medio de la pandemia, las investigadoras Jorgelina Sannazzaro y Paloma Gajardo visitaron las comunas de Ancud, Quemchi, Quinchao, Castro, Chonchi y Quellón, para conocer los saberes, innovaciones y adaptaciones de tecnologías realizadas por sus habitantes, testimonios que finalmente fueron plasmados en una cartilla ilustrada de acceso abierto.

“Es difícil destacar un solo caso. Primero, porque queremos distanciarnos de la perspectiva del caso ejemplar, nos interesa mostrar cómo en la diversidad de experiencias también hay puntos de contacto que las unen. Segundo, porque en conjunto las experiencias muestran distintos modos posibles de apropiación de tecnologías sustentables y cada experiencia aporta perspectivas valiosas”, señala la investigadora de NUMIES.

Ocho mujeres y un caso comunitario

Este territorio se enfrenta a problemas en el manejo de basura domiciliaria e industrial, la construcción de mega parques eólicos, el impacto de la industria salmonera y la crisis hídrica. Un escenario ante el cual sus mujeres autoidentifican como agentes de cambio y transformación en la búsqueda de soluciones para un buen vivir a nivel personal, comunitario y territorial, jugando de esta manera un papel fundamental en la sostenibilidad de la vida en la ruralidad, el cuidado del medio ambiente y la mantención del tejido social en sus comunidades.

“Las mujeres le tomamos más importancia a dar soluciones, como a participar, los hombres se preocupan de puro generar recursos, como plata para la casa”, declara Yenny Haro, quien administra un emprendimiento de turismo en Piedra Blanca, Quellón, e implementó paneles solares que benefician a 20 familias.

De la misma forma, otras mujeres en la región han impulsado la instalación de paneles, termos solares y guateros para recolección de agua que entregan recursos para el agroturismo, riego de invernaderos, mantención de sistemas productivos e incluso para entregar capacitaciones.

Otro proyecto de impacto comunitario es la Red Participativa de Agua Potable en el sector rural de Catruman, Ancud, promovido por diversas agrupaciones que destacan el papel de “distribuidoras” que cumplen las mujeres.

“Las mujeres cumplen un rol importante como administradoras de recursos naturales, proveedoras y cuidadoras. Sin embargo, muchas veces se encuentran excluidas de los procesos de toma de decisiones y sus opiniones son silenciadas. Por eso creemos fundamental incorporar la perspectiva de género en temas energéticos, es decir, implica una visión integral respecto al valor del trabajo no remunerado en nuestras sociedades”, añade la investigadora NUMIES.

La red abastece a la actividad forestal, agrícola y ganadera que desarrollan los vecinos del sector, con el objetivo de fomentar la conservación de bosques y la aplicación de prácticas agroecológicas en la ganadería y agricultura, asegurando así agua de calidad y en cantidad suficiente para los habitantes del sector.

Pandemia, desafíos y el nacimiento de La Trenza

Uno de los principales retos a los que se enfrentan estas comunidades es que no todas las tecnologías pueden ser apropiadas. “Esto se debe tanto a propiedades intrínsecas de la tecnología (complejidad), como a la falta de relación entre los problemas que afronta la comunidad y las soluciones que la tecnología podría aportar”, explican las investigadoras.

Las habitantes de la isla denuncian la falta de acceso a financiamiento por organismos gubernamentales y la imposibilidad de postular a créditos privados por trabajar como independientes. Situación de precarización profundizada por la pandemia ante la baja del turismo y las dificultades para el transporte de productos.

“Nuestra preocupación de realizar el trabajo de campo en la contingencia COVID se vieron disipadas, ya que con entusiasmo las entrevistadas, tomaron un rol activo, fotografiando sus espacios y conversando con gran entusiasmo en las llamadas”, relata Sannazzaro.

A partir de estos diálogos, y pensando los problemas a través de acciones concretas, surgió “La Trenza: Red de Mujeres y Tecnologías Sustentables”, un espacio articulador de estas experiencias, y una cartilla ilustrada, que contiene las principales ideas transmitidas por las integrantes del colectivo.

Su formato permite una lectura amable, y accesible para todos, apta para la circulación en redes sociales y desde dispositivos electrónicos, privilegiando aspectos estéticos y la presentación de las tecnologías utilizadas junto a las mujeres que las hacen posible.